Libro de Recetas - La Gastronomía de Castilla-La Mancha
Artículos
La Gastronomía de Castilla-La Mancha
Director-Editor
Juan Agero
Dirección artística
Mercedes Agero Jacobsen
Maquetación
Alfonso F.Pacheco
Textos
Carmina Useros Cortés
(Maestra Nacional por la Escuela Normal de Albacete. Miembro de Número del Instituto de Estudios Albacetense)
Joaquín Muñoz Coronel
(Escritor. Periodista)
Raúl Torres
(Escritor. Periodista)
J. A. Martínez Gómez-Gordo
(Cronista Oficial de Sigüenza. Presidente de la Cofradía Gastronómica Seguntina)
Leonardo Paso
(Escritor)
Fotografía
Albino López Pedraza, Juan José Pascual Lobo
Las fotografías se realizaron gracias a la amable colaboración de los restaurantes: Parador de Turismo de Albacete, Parador Nacional de Almagro (Ciudad Real), Casas Colgadas (Cuenca), Miguel Angel (Guadalajara), Asador Adolfo (Toledo)
PRESENTACIÓN
Amigo lector: Hace unos años la Editorial Mediterráneo, de Madrid, publicó en fascículos semanales una interesante colección en la que, bajo el titulo genérico de Castilla-La Mancha, diversos autores esbozaban lo constitutivo de cada una de las provincias que conforman nuestra Comunidad Autónoma según distintos aspectos. Uno de ellos era el relativo a nuestras singularidades gastronómicas.
Pues bien, agotada aquella publicación, a la que acompañó el éxito, la Academia Castellano-Manchega de Gastronomía se complace en ofrecerte, hoy, agrupados, los cuadernillos temáticos que son de su específico interés, porque entiende que, de este modo, cumple su objetivo estatutario: la promoción de la gastronomía de Castilla-La Mancha.
Pero, ¿existe una gastronomía castellano-manchega? A no dudarlo. Es hecho que se evidencia a todo aquel que sabe comer bien. Y, saber comer – decía el profesor J. de Entrambasaguas, Doctor honoris causa por nuestra Universidad regional, y reputado gastrónomo- no es comer mucho ni comer caro, sino saber armonizar razonablemente lo que se come con lo que se bebe.
Contando con unos – pocos, es cierto, en comparación con otras zonas de España- productos naturales de gran calidad y con el buen vino que se elabora, de antiguo, en todavía región, los castellano-manchegos, intuitivamente, han equilibrado con acierto su dieta, adecuando/a a las faenas en que, por tradición, se han ocupado.
La cocina castellano-manchega se caracteriza por la variedad de sus platos, su alto valor nutritivo, y la raigambre interracial que cabe descubrir en muchos de ellos. Explicando estas cualidades está una geografía multiforme, dividida en varias comarcas dentro de cada límite provincial (Serranía y llanura, ¡vasta llanura en el caso de La Mancha), una economía agropecuaria por excelencia, y una historia que ha hecho de esta comunidad tierra de paso de diferentes pueblos que movieron afanes de conquista y, aquí, se asentaron.
Quien disocie, pues, este yantar del cotidiano hacer de los castellano-manchegos (y también de su hacer extraordinario y festivo), quien además no relacione sus fórmulas con el medio físico que lo abastece de materias y, por último, no sepa valorar el componente de herencia etnológica que lo ilustra, nunca penetrará la esencialidad de nuestra cocina.
Movidos por un deseo divulgador, los autores de las páginas que siguen – alguno de los cuales es miembro fundador de esta Academia; tal ocurre con doña Carmina Useros Cortés – nos muestran esas implicaciones a que acabamos de referirnos, implicaciones que explican lo fundamental de nuestra gastronomía. Y aún más, singularizan su juicio en algún plato «estrella» de su respectiva provincia; v. gr.: los gazpachos manchegos o galianos, en Albacete; los asados de cabrito o cordero, con sus «breves» numerosos, en Guadalajara; el morteruelo, en Cuenca; el queso, en Ciudad Real; y el mazapán de Toledo.
Ninguno se olvida tampoco de nuestros afamados vinos, de señalar sus merecidas denominaciones de origen.
Por otra parte, amigo lector, como es sabido, toda gastronomía que se precie necesita acta notarial de algunas de sus exquisiteces, relación que aquí extienden, preferentemente, afamados escritores de casi todas las épocas. En este punto, la gastronomía de Castilla-La Mancha tiene en Miguel de Cervantes, y por boca de los protagonistas de su inmortal Quijote, su más cualificado fedatorio.
«Tal la tierra, así el hombre que la habita» escribió Hipócrates, y sentó con ello la base de los modernos estudios antrogeográficos. La lectura de la obra que tienes en tus manos, obra – insistimos – de divulgación, añade a esa observación del médico de Cos el poder civilizador que tiene la comida en la conformación de un tipo humano: el castellano-manchego.
Academia de Gastronomía de Castilla-La Mancha
ALBACETE
Carmina Useros Cortés.-
Al ser tan variada la geografía de la provincia de Albacete, Los guisos resultan tan diferentes como sus paisajes, y la influencia de éstos se manifiesta notablemente. La llanura manchega, la agreste sierra de Alcaraz, la ribera del Júcar, las vegas del Segura, condicionan los platos de cada lugar.
El régimen de alimentación de las personas depende del clima en que viven, ya que la fauna y la flora son el origen de nuestros alimentos. Los hombres han ido reuniendo las fórmulas para preparar los guisos y los han transmitido de padres a hijos, creando de esta forma la cocina típica de cada pueblo, de cada provincia, de cada nación.
Para conocer bien la cocina de cada pueblo, hay que descubrirla en sus raíces; descubrir en ella el arte, la técnica y el gusto, porque si el gusto evoluciona, tiene que evolucionar la técnica y el arte.
CIUDAD REAL
Joaquín Muñoz Coronel.-
Decir que alguna recetas Castellano-manchegas se encuentran entre las más leídas del mundo, no es en absoluto una exageración. Piénsese que Don Quijote de la Mancha es el segundo libro más traducido del planeta, después de la Biblia. Y precisamente del Quijote, entre los muchos valores que pueden ponderarse, uno de ellos – y no manco – es el de ser un completo y original recetario de cocina.
Dice don Enrique García Solana, autor de La cocina en “El Quijote”, que “de los 126 capítulos que tiene en las dos partes, sólo he encontrado tres o cuatro en los que no se nombra de comer”. En efecto, más de 15 comidas o formas diferentes de preparar alimentos aparecen en el Quijote.
Por supuesto, el pan el vino y el queso son quizá los alimentos que más se repiten. Lo cual es natural porque además de ser lo más abundante, es también lo más barato. Los orígenes de esta típica cocina regional son, por supuesto, humildes. No podía ser de otra forma al tratarse de cocina basada en las tradiciones pastoriles, en la ganadería ovina extensiva, y en lo productos más naturales. Aunque muchos de sus secretos hayan salido de los muchos conventos que, desperdigados, se encuentran en la región.
CUENCA
Raúl Torres
“En la lengua de don Camilo, el del premio que es medio inglés; si; pero yo prefiero el verbo reventar, que pega más con las sabrosas tundas del atascaburras.”
(Camilo José Cela: Las turbas y el atascaburras)
Si a los genios, héroes, escritores, músicos y aventureros del dio siempre por reforzar sus hechos ante un plato de judías, chuletas de cordero, chorizos o perdiz escabechada, eso tiene una razón. Comer, según Leacock, es lo más importante después de hacer el amor, y si uno mira el panorama conquense, las gentes de estas tierras lo hacen al revés: cada uno hace sabiduría viviendo… y comiendo.
GUADALAJARA
J. A. Martínez Gómez-Gordo.-
Sabrosos y belicosos manjares
Guadalajara, en la encrucijada de la Meseta castellana, Aragón y Valencia, a dos pasos de Madrid y atravesada por la carretera N-II y el ferrocarril Madrid-Zaragoza, fue siempre “tierra de paso”, camino de trashumancia y trajinantes, sendero de romeros.
Famosa por su Alcarria, a medias con la de Cuenca; rica por su Campiña, y renombrada por los pastizales de su Serranía, siempre a más de 1.000 metros de altitud, nos ofrece sabrosos corderos y exquisitos y fino cabritillos.
Sus numerosos riachuelos que serpentean hacia el Tajo nos ofrecen finas truchas y antaño suculentos y finísimos cangrejos, y sus veguillas, suaves judías y sabrosas patatas. Geoturísticamente, está enclavada en la Zona Sur de los Asados.
TOLEDO
Leonardo Paso.-
Lo que más me ha chocado siempre de Toledo es su carácter de encrucijada. O de crisol, si se quiere. Todos los pensadores y peritos en esencias nacionales han abundado en ese aspecto, que ya huele a tópico. Pues en cuestión de fogones pasa lo mismo: Toledo, bajo su espartana apariencia, resulta una verdadera encrucijada.
Encrucijada ante todo, de caminos. Está, por un lado, la capital y corte, la “inmensa momia coronada que el Tajo aprisiona”, en palabras primerizas de Rilke, que acabaría loquito por ella. Al sur de la ciudad, sus suaves ondulaciones de la Sisla sirven de puente para entrar en esa larga franja agreste y fragosa de los Montes de Toledo. En el extremo occidental de los Montes, la comarca de La Jara sirve a su vez de puente a Extremadura. Al norte de la capital, otra comarca de acento mozárabe, La Sagra. Todo el sureste de la provincia, en cambio, es pura y llanamente La Mancha. Cada una de estas comarcas que componen el mosaico toledano posee algún acento gastronómico propio.