Publicaciones Previas
Calendario 1989 "Nuevas Recetas para su Cocina"
Restaurador: Adolfo Muñoz – Académico de la Academia de Gastronomía de Castilla-La Mancha
Edición: Hidroeléctrica Española
Fotografía: …
Fecha de publicación: …
Cocina de Toledo
Gastronómicamente, esto es cierto también. Pero, al igual que sucede con los demás aspectos que conforman la esencia de esta ciudad, la cocina toledana tradicional es de base castellana. Llegó con la reconquista, a finales del siglo XI, y se consolidó con la repoblación castellana de mediados del XII.
Es esta última la que más ha erosionado el fondo castellano inicial, aunque sin anularlo ni suplantarlo.
Páginas:
Cocina de Toledo
Su encanto y su misterio
Su importancia histórica
Un mundo fuera del mundo
Corazón del tiempo
Corazón del tiempo
Corazón del tiempo
Apasionadamente la han amado figuras imborrables, cuyo eco parece a veces palpitar en la vieja ciudad: Carlos I y Garcilaso, el Greco y Gracián, Bécquer, Rilke y Galdós, Barrés, y Azorín, Beruete, Marañón, Cossio, Zuloaga…
Generación tras generación, Toledo se enfrenta al gusto estético de cada época y siempre sale vencedora. Una ciudad así no se improvisa. Y no se entrega nunca tampoco, por mucha pasión que se ponga en su conocimiento. Ese misterioso desdén de la ciudad, y no otra cosa, es, seguramente, el verdadero secreto de Toledo.
Historia de Toledo - Breve síntesis
Las primeras noticias históricas sobre la ciudad corresponden a la Segunda Guerra Púnica, durante la cual fue conquistada por el pretor Marco Fulvio (hacia 190 a. de C.); los romanos, conscientes de la importancia estratégica de la pequeña Toletum, la engrandecieron notablemente; dan testimonio de ello las ruinas de su circo – uno de los de mayores dimensiones de España -, las del amplio acueducto sobre el Tajo, y el hecho – verdaderamente clave – de convertirla en nudo importante de la red de comunicaciones peninsulares: por Toletum pasaba la vía que enlazaba Caesaraugusta con Emerita, conectada por medio de ramales centrados en Titulcia y Consabura.
Afianzado el dominio visigodo desde comienzos del siglo V. las posibilidades estratégicas de Toledo decidieron a Leovigildo a instalar su corte en ella (569), en un momento en que la pretendida unidad política de Hispania estaba seriamente amenazada por la división religiosa. Su hijo y sucesor, Recaredo, resolvió la tensión convirtiéndose al catolicismo en una de las sesiones del III Concilio de Toledo (589); se inicia entonces un proceso de consolidación política y jurídica, en el que la Iglesia, por medio de los concilios toledanos, influye decisivamente en la estructuración y desarrollo del estado visigodo. Esta influencia culminó con la redacción por el Concilio VIII del Liber ludiciorum o Código de Recesvinto, hito fundamental en el proceso de integración hispanovisigoda.
Tras vencer en la batalla de la laguna de la Janda (711), que puso fin a la monarquía visigoda, un ejército árabe, al mando de Tariq ben Ziyad, tomó sin resistencia la ciudad regia, en la que encontraron, según testimonio de las crónicas árabes, cuantioso botín, en el que sobresalía la mítica mesa de Salomón, de oro macizo y piedras preciosas. La constitución de un emirato en Córdoba, independiente del de Damasco, disminuyó la significación política de la antigua urbe regia. El siglo IX se caracterizó por el enconado espíritu de rebeldía de la ciudad frente al poder de los emires, que tuvo jalones tan dramáticos como “la Jornada del Foso» y las batallas del río Jándula y del Guadacelete, y que no cesó de hecho hasta la conquista de la ciudad por el califa Abd-al-Rahman III (932), tras dos años de cerco.
Aprovechando las discordias y rivalidades de los reinos taifas Alfonso VI pudo tomar la ciudad – seguramente por medio de un tratado secreto con el rey árabe toledano – el 25 de mayo de 1085; la recuperación de Toledo ponía en manos castellanas la llave de la cuenca del Tajo, y significaba, dado el prestigio de la ciudad y su fama de inexpugnable, un triunfo moral de dimensiones internacionales; toda la Europa cristiana lo celebró con gozo, mientras que las crónicas árabes dan testimonio de la desolación del mundo musulmán. Los intentos de almorávides y almohades por recuperarla se estrellaron ante su natural potencia defensiva. Desde ese momento, y hasta el final de la Reconquista, la significación de Toledo no hizo sino acrecentarse; su papel fue decisivo en la proclamación de Alfonso VIII como rey de Castilla; se convirtió en foco de inmensa transmisión cultural a todo Occidente durante el reinado de Alfonso X, que consolidó en ella la Escuela de Traductores; y tomó parte activa en todas las discordias internas que sufrió la monarquía castellana durante los siglos XIV y XV.
Concluida la Reconquista y realizada la unidad nacional por los Reyes Católicos, Toledo alcanzó su mayor esplendor; era, junto a Sevilla, la ciudad más importante de España. El alzamiento comunero, que encabezó en los comienzos del reinado de Carlos I, representa seguramente el último episodio de su importancia política. En 1561, Felipe II establecía la corte en Madrid y se iniciaba para Toledo una larga decadencia económica y cultural de la que apenas ha ido despertando desde mediados del siglo XIX, cuando los viajeros románticos difundieron por todo el mundo su significación de ciudad mítica.